lunes, 11 de noviembre de 2013

Dile no al aborto (Una triste historia)

Hace nueve meses que una parte de mí murió. Ésta es la historia de cómo aborté, y ahora, cada día, 
me arrepiento. Yo siempre besaba por donde pisaba mi novio. Ya sabéis, la ilusión, el 
cariño, nos metimos a comprar nuestro piso…, y entonces ocurrió. Al principio, tenía malestar general, todas las mañanas 
llegaban las náuseas, y había comidas que no podía ni ver y antes me encantaban, como las gominolas. Así que fui al 
médico, y cuál fue mi sorpresa cuando me dijo que ¡estaba embarazada! Casi me da un infarto cuando vi la ecografía. 
Estaba de más de un mes. El caso es que ni mi novio ni yo nos sentíamos preparados. Así que pedimos 
hora en una clínica privada donde se practican abortos. Ytardaron dos semanas en recibirnos. En ese tiempo, yo cada día 
quería un poco más al niño que llevaba dentro. No sabría explicar la sensación. Notaba su corazón en mi vientre y me 
sentía cada vez más feliz, dejaba de pensar en el dinero, en cómo íbamos a pagarlo todo. Simplemente era feliz. Mi pequeño me hacía sentirme feliz.Pero mi novio apartaba la mano de mi vientre. Siempre se refería a él como a un 
estorbo. Y me decía que todo estaba en mi mente y que era imposible que sintiera algo. El día en que fuimos a la clínica yo 
me sentía muy mal, quería llorar. Pero él me decía que, cuanto antes nos libráramos del problema, todo volvería a la normalidad. La clínica tenía tan mala pinta que decidimos hacerlo por la Seguridad Social. Allí tardaron más de un mes en 
darme cita. Me dijeron que me tomara tres 
pastillas seguidas y que no pasaría nada. 
¿Pero cómo podía seguir yo sola adelante con mi embarazo? ¿Qué iba a hacer? 
¿Volver a casa de mi madre? ¡Dios! ¡No 
podía! El marido de mi madre es un alcohólico que las trata como si fueran basura 
a ella y a mis hermanas. ¿Alquilarme un 
piso? Pero si mis trabajos son eventuales… ¿Que haría cuando se me empezara 
a notar? Lo reconozco, me asusté. 
Al final, acabé suplicándole. Le imploré como jamás lo he hecho con nadie. 
Le lloré de rodillas, le dije que quería tenerlo. Que si no lo tenía, me moriría. Él 
me veía la cara cada día y sabía que yo 
había estado llorando. Siempre me decía 
que se me pasaría. Una vez me dijo: «No 
podemos tener un hijo, ¿cómo nos iremos 
de vacaciones?» Yo le contesté: «¡Pero si 
nunca nos hemos ido de vacaciones!» Yél 
simplemente argumentó que un niño te 
cambia la vida, que nada volvería a ser 
igual, que a él su vida le gustaba como era 
ahora... Yo me eché a llorar. ¿Qué iba a 
hacer? Me sentía tan sola… Y sólo quería cuidar a mi bebé. Aún tuvo el valor de 
añadir: «Podíamos comprar un perro grande ¿no?» Yo le grité, le dije que era un cerdo y un egoísta y que cómo nos íbamos a 
ir de vacaciones con un perro grande. ¿No 
sería más complicación que un bebé a la 
hora de viajar? 
¿Queréis saber qué pasó, al final, con 
mi bebé? Me tomé sólo dos pastillas, ya 
que empezaron las contracciones antes de 
tomarme la tercera. Nadie quería atendernos en el hospital, porque justo era cambio 
de guardia. Yestuve casi tres horas sentada en una silla de ruedas, pues no podía 
ni andar. Entonces, un médico joven salió de ginecología y me miró. Me preguntó si me había orinado encima. ¡Dios, era 
sangre! Llevaba casi hora y media sangrando. La sangre había manchado mis 
vaqueros y había chorreado hasta mis calcetines. Me pararon la hemorragia. Y me 
drogaron para el dolor. En un retortijón, 
tan drogada como iba, fui al baño, y sin 
poder evitarlo me puse contra la pared y 
con las rodillas tocándome el pecho y empecé a empujar sin saber cómo. Y salió. 
Morirme con él 
Yo me lo quería quedar. Era mío. Y lo 
abracé y me eché a dormir con él sobre el 
suelo del baño del hospital. Quería morirme con él. Era un bebé, pero más pequeño, 
como uno de esos gatitos de mes y medio 
que te caben en la palma de la mano. Con 
sus ojitos. Sus perfectas manitas. Sus veinte deditos. Sus piececitos… Aún no puedo 
hablar de ello sin echarme a llorar. Él llegó y lo tiró por el retrete. 
Sólo podía pensar en mi bebé. ¿Dónde estaba? ¿Por qué ya no lo tenía conmigo? Me sentía como si hubiera ido a dar a 
luz, y me hubieran robado a mi niño. ¡Dios 
bendito! ¡Había tirado a mi hijo por el retrete! Odié a mi novio por todo lo que había pasado. Tardamos seis meses en hablar de ello. Yo no estaba preparada. Yha 
acabado reconociendo que las cosas nunca volverán a ser como antes. Ahora dice 
que se siente mal por mí. Ahora. 
Al principio, no podía ni salir a la calle. 
Me parecía que todo estaba lleno de embarazadas. Si veía un bebé, lloraba. Ytenía 
la sensación de que era el mío, que me lo 
habían robado. No podía dormir, escuchaba el llanto de un bebé, pero en la casa 
no había nadie. 
Ahora ya no busco culpables. Sólo sé 
que él no me quiere. Y que es un cobarde. Pero ya no me provoca asco u odio. 
Sólo tristeza. Besos, y espero que a las demás os anime. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario